Burbujas de activos: un grandísimo peligro

Las recientes implosiones en los mercados de activos, desde Hong Kong hasta New York, engendraron otro nuevo round de debates: ¿deben los bancos centrales contemplar ajustes abruptos en los precios de los bienes (como las acciones y la propiedad raíz) como lo hacen con los índices de precios al consumidor? ¿Realmente las burbujas son inflacionarias y sus explosiones son deflacionarias?

Los banqueros centrales saben que es difícil saber si hay una burbuja hasta que esta estalla y que la intervención al mercado trae lo que precisamente se trata de prevenir. Hay datos históricos insuficientes, dicen en contradicción a los académicos que sostienen lo contrario. Esto es irreal. Los esquemas Ponzi y las pirámides han sido parte de la civilización occidental desde la mitad del Renacimiento.

Los activos tienden a acumularse en “stocks”. Por ejemplo, las casas construidas en el siglo XIX siguen sirviendo para vivir hoy. La cantidad de activos creados en un período es, inevitablemente, baja en comparación con la misma clase de activos acumulados durante décadas e, incluso siglos. Por eso los precios de los activos no están anclados, ellos están levemente conectados con sus costos de producción o incluso de reemplazo.

Las burbujas de activos no son dominio exclusivo de los mercados de valores y acciones. Los activos tangibles incluyen la tierra y las propiedades en ella, maquinarias, etc, mientras que los bienes financieros incluyen lo que guarda valor y sirve como medio de intercambio, desde dinero en efectivo hasta papeles valores. Incluso las flores de tulipán pueden servir.

En 1634, en lo que luego se conoció como la “tupipanmanía”, los bulbos de esta flor se transaban en un mercado especial en Ámsterdam, la escena de un rabioso frenesí especulativo. Algunos escasos bulbos de tulipán negro fueron intercambiados por el precio de una mansión grande. Por cuatro años esta fiebre aparentó que iba a ser eterna, pero exploto en 1637. En cuestión de días, el valor del tulipán negro disminuyó 96%.

La tulipanmanía no fue un esquema organizado por un grupo identificado de promotores y agitadores que lo dirigieran y controlaran. Nadie hizo promesas explícitas a inversionistas de acceder a ganancias futuras. La histeria se distribuyó uniformemente y se alimentó por sí misma. Pero las fiebres de inversión posteriores fueron distintas.

Las burbujas modernas han enredado a muchas víctimas. Sus tamaños y alcances han llegado a amenazar a economías nacionales enteras, y hasta el entramado social ha sentido sus consecuencias políticas y sociales.

Hay dos tipos de burbujas

Las del primer tipo son movidas por intermediarios financieros como bancos o brokers. Ellos empujan hacia arriba los precios de un activo o de un tipo de bien, sean acciones, monedas, papeles valores e instrumentos financieros -o incluso cuentas de ahorro. Prometer rendimientos irreales de lo ahorrado es inflar artificialmente el precio o el valor de las cuentas de ahorro.

Más de un quinto de la población de Israel en 1983 estuvo involucrada en un escándalo de grandes proporciones. Fue un esquema piramidal clásico. Todos los bancos de primer piso prometieron aumentos de retorno a partir de las acciones de los bancos transadas públicamente.

Estas explícitas e increíbles promesas fueron incluidas en los brochures y comerciales de oferta pública de los bancos y se ganaron ala aquiescencia y la colaboración de varios gobiernos israelíes. Los bancos utilizaron depósitos, su propio capital, ganancias retenidas y fondos prestados ilegalmente a través de oscuras subsidiarias para cumplir sus imposibles y dañinas promesas. Todos supieron lo que pasaba y todos estaban envueltos. El asunto duró 7 años. Los precios de algunas acciones aumentó en 1 y 2 puntos porcentuales diariamente.

El 6 de octubre de 1983 el sector bancario de Israel se derrumbó. Con un gran malestar de la gente, el gobierno se vio obligado a compensar a los accionistas. Se les ofreció un elaborado plan de recompra a 9 años. El costo del plan se calculó en $6 billones -casi 15% del producto interno bruto israelí. Los daños indirectos todavía se desconocen.

Los inversionistas avaros y ambiciosos son atraídos por promesas de rentabilidades imposibles o pagos de intereses. Los organizadores utilizan el dinero que les confían los inversionistas nuevos para pagar a los más antiguos y así ganarse una buena reputación. Carlo Ponzi perpetró muchos de estos esquemas entre 1919 y 1925 en Boston y luego en la propiedad raíz de Florida. Por ellos se conoce esto como “esquema Ponzi”.

En Macedonia, un banco de inversión llamado TAT colapsó en 1997 y borró la economía de una ciudad entera, Bitola. Luego de muchas recriminaciones y alegatos, muchos políticos se favorecieron, al parecer, del esquema. El gobierno, al que se le venían elecciones en septiembre, había decidido desafiar las instrucciones del Fondo Monetario Internacional de ofrecer pobres compensaciones a los afligidos ahorradores. TAT solo fue uno entre muchos casos, y hubo más en Rusia y Bulgaria en los años 90.

Un tercio de la empobrecida población de Albania fue víctima del colapso de una serie de planes de inversión nacionales en 1997. El manejo inepto desde lo político y lo financiero llevó a Albania al borde de la desintegración y la guerra civil. Los alborotadores invadieron estaciones de policía y depósitos de armas, quedándose con miles de ellas.

El Islam prohíbe a sus practicantes cobrar intereses sobre el dinero prestado, a igual que el Judaísmo. Para esto, los empresarios y figuras religiosas en Egipto establecieron los “bancos islámicos”, que no pagan interés a los ahorradores ni cobran a los que pidan préstamos. En vez de cobrar el interés, el banco se asocia con los depositarios y recibe rentabilidades comúnmente ficticias. Los clientes también cargan con pérdidas, no menos ficticias. Algunos bancos islámicos tuvieron el hábito de ofrecer altas “ganancias”, yendo en la vía de otras -menos piadosas- pirámides. Claro, colapsaron y se tragaron economías y establecimientos políticos completos.

Por definición, todo esquema piramidal está condenado al fracaso. El número de nuevos “inversionistas” – y el dinero fresco que ponen a disposición de los organizadores de la pirámide- es limitado. Cuando los fondos se agotan y los antiguos inversionistas no pueden recibir sus dividendos, el pánico aparece. En una clásica huida, todos tratan de sacar su dinero al tiempo. Incluso los bancos en buena posición financiera -que en últimas son un pariente lejano de los esquemas piramidales- no pueden soportar esas estampidas. Parte del dinero está invertido a largo plazo. Muy pocas instituciones financieras conservan más del 10% de sus depósitos en reservas líquidas y disponibles a la mano.

Hay estudios que han demostrado que los inversionistas en pirámides se dan cuenta de su naturaleza dudosa y tienen en mente las noticias de otros esquemas que van cayendo, pero se mantienen seducidos por las recurrentes promesas de que pueden liquidar sus inversiones a voluntad y, mientras las tengan en el esquema, recibirán altas rentabilidades.

La gente sabe que es más posible perder dinero a medida que pasa el tiempo, perso se autoconvencen de que los organizadores de la pirámide saben lo que hacen y que los retiros de ganancias previos al colapso inevitable compensarán ampliamente cualquier pérdida. Muchos incluso creen que tendrán éxito en saber cuándo sacar su inversión original basados en -generalmente inútiles- señales del destino y supersticiones.

Mientras que dura la racha especulativa, un grupo de expertos, analistas y académicos tratan de justificarla. La “nueva economía” está exenta de “viejas reglas” y “modelos arcaicos de pensamiento”. La productividad ha surgido y establecido un movido, pero sostenible, impulso eléctrico. No, perdón. Más que eléctrico. Los valores son razonables. El Dow va hacia los $33.000. La gente quiere creer estos “objetivos y desinteresados análisis” de los “expertos”.

Las inversiones en vivienda son solamente uno de los motores de este tipo de burbujas. Un montón del dinero derramado en esquemas piramidales y booms de la bolsa es lavado, los frutos de objetivos ilícitos. El lavado de dinero que evade impuestos o viene de actividades criminales, especialmente drogas, pasa por los canales bancarios convencionales. El dinero cambia de manos varias veces, para dificultar su rastreo y las identidades de sus dueños.

Muchos bancos internacionales manejas formas sombrías de inversión. Mantienen contabilidad doble, con una versión que pueden ver las autoridades -la administración de impuestos, los supervisores de los bancos, las aseguradoras, las agencias de la ley y las comisiones de intercambio de divisas. La segunda versión permanece oculta.

Esta contabilidad oculta muestra la realidad: quién depositó y cuánto, cuándo y dónde, bajo qué condiciones, quién recibió un préstamo y de qué forma. Estos arreglos están bien escondidos e incluso a veces los accionistas de los bancos no conocen los detalles y pierden cualquier contacto con la situación verdadera de sus finanzas. El manejo inescrupuloso y el aprovechamiento de esto por parte de algunos empleados, el abuso de autoridad, las transacciones oscuras, el mal uso de los fondos, etc, son más comunes que conocidos.

La escandalosa desintegración del Banco Internacional de Crédito y Comercio (BCCI) EN Londres, en 1991, reveló que durante la mejor época durante una década los ejecutivos y empleados robaron $10 billones. El departamento a cargo de supervisar los bancos de Inglaterra no detectó el problema a tiempo. Los depositantes fueron parcialmente compensados por el principal accionista del banco, un jeque árabe. La historia se repitió con Nick Leeson y sus tratos desautorizados y desastrosos que terminaron con el veterano Barings Bank en 1995.

La combinación de dinero sucio, mal control financiero, cuentas fantasmas y documentos alterados muestra una verdadera combinación de los flujos de caja y los daños que en estos casos son cualquier cosa, menos imposibles. Por supuesto, muchas son contribuciones de barones de la droga, corporaciones multinacionales y evasores de impuestos en Europa y Asia, canalizados a través de estas instituciones y movidos en las estratosferas de Wall Street.

Pero hay otro tipo de burbuja, potencialmente más perniciosa. Cuando las instituciones prestan a inversiones sin valor pero que provienen de gente políticamente bien conectada, amigos o familiares, muchas veces van inflando una. Los chaebols coreanos, los keiretsu japoneses y los conglomerados estadounidenses frecuentemente utilizan estos préstamos baratos para impulsar sus existencias o invertir en bienes raíces, subiendo precios artificialmente.

Aún más, después de décadas de amargas experiencias, desde México en 1982 hasta Asia en 1997 y Rusia en 1998, las instituciones financieras todavía caen en modas. Actúan como un rebaño, de acuerdo con las tendencias en préstamos. Cambian bienes para garantizar rendimientos altos en el periodo de tiempo más corto posible. En este sentido, no son muy distintas a los esquemas de inversiones piramidales.

No se deje deslumbrar, entonces, por grandes rendimientos o modas de inversión. Asesórese bien.

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